lunes, 10 de diciembre de 2012

Crónica 5ª sesión. Voces comunes.

La ventana

Mañana otoñal.
Cristal que al muro muestra
poetas sin voz.

MNW.



    Acontecía una breve mañana, idónea para hablar acerca de géneros inherentes en su brevedad. Recordé que hacía más o menos un año que escribí mi primer haiku mientras José María Parreño nos acercaba a estos fugaces poemas de la mano de autores japoneses como Matsuo Basho o Kobayashi Issa, del mismo modo que latinoamericanos de la talla de José Watanabe o Juan José Tablada.
    Con reminiscencias a la época del año o la naturaleza considero que la magia de estos escritos confluye del silencio y del vacío que envuelven a la composición, tal como sucede con el arte y la propia organización espacial que abraza a la cultura oriental, en la que el género encuentra su origen. La fugacidad que contienen se refleja en las tres huidizas líneas que expresan un momento, y que nos llevan a sumergirnos en letras que atestiguan su funcionalidad de la misma manera en lo que lo haría una fotografía. Singularizados por un carácter visual que nos remite al instante vacío de metáforas, en lo que lo representado es nada más y nada menos que lo que se ve, son su sencillez y compaginada complejidad las que adquieren un protagonismo simultáneo en los versos. Es esto el ver algo parado, como si de una naturaleza muerta se tratase, sacado de lo cotidiano y asistiendo a una contemplación descriptiva de lo que pase ante nuestros ojos y queramos transformar en imperecedero.
    Leímos también algunos poemas de William Carlos Williams, quien mantiene la particular esencia del haiku en sus composiciones. Tanto el autor como su carretilla roja se convirtieron en un gran hallazgo, ya que personalmente desconocía por completo su obra. Pasamos así a un nuevo género: las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, también breves y nacidas de la suma del humor y la metáfora. Suelen caracterizarse por presentar un fuerte diálogo surrealista, ya que la clave a la hora de componerlas está en acceder a asociaciones visuales de imágenes, invertir relaciones lógicas o asociar libremente conceptos contrapuestos. La cuestión es, más bien, cómo no iba a surgir algo que no fuera surrealista de ahí. 
    Para finalizar proseguimos con la lectura de nuestros propios poemas, que en esta ocasión se inspiraban en el recital del poeta Fernando Beltrán al que asistimos. Hojas de otoño, nostalgias, tazas, llueves y ahora ya viernes. Palabras comunes que eran nuestras y se mezclaban con otras, con el reflejo de la luz que entraba por la traslúcida ventana que enmarcaba la fotografía de un muro. El atento muro, de color otoño, nos miraba gesticular poesía a través del cristal.



Mari Nieves Vergara Vázquez.

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